Anoche, una estrella fugaz tocó a mi ventana. —Me muero de celos —dijo. —Hace mucho que la luna, los luceros y nosotras extrañamos tus miradas —prosiguió. —Sí —respondí. —Soy
un hombre feliz, pleno. Me bendice, a cada instante, el amor de una
mujer maravillosa. Ella inspira bondad; en ella coexisten la amistad, la
ternura, la dulzura; tiene tanta luz como tú, pero a diferencia tuya,
que solo me buscas al caer el sol, ella siempre está presente.
Ay Dios mio, pero que cuchuturra de enamorado poeta, que palabras tan sentidas, como siempre usted, gracias por escribir.
ResponderEliminarBella Guashabita, ni llenándome con almibarados piropos evitarás que esta noche mi pluma afilada te provoque dulces surcos de amor en ese hermoso corazón vinotinto ;D
EliminarQue ternura!!
ResponderEliminarGracias a la tuya, querida Sandra.
EliminarConfío en que esa mujer con luz propia no sea fugaz. Si lo es siempre quedará la luna.
ResponderEliminarMe gusta saber tu nombre. Fernando. Te enlazo a mi blog. Escribe más. Besos, poeta.
Besos múltiples y distantes a tu aura, hermosa. Mil gracias por tu generoso comentario.
EliminarAlgo bonito para decirle a una mujer...
ResponderEliminarMil gracias, apreciado Jorge. Me honra tu generosa lectura y exhalta mis humildes letras, tu gentil comentario.
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