sábado, 27 de abril de 2013

Historias de niños

La pócima surtió efecto: de repente, la jueza volvió a ser niña; recobró la indulgencia para perdonar al padre que la abandonó.

Sin nuevas revelaciones, el falso profeta se limitó a plagiar los dibujos del niño. Eran sus primeras predicciones certeras.

LLevo un niño en el alma que cuidará de las mil mariposas que ella liberará, justo, cuando sus besos dibujen mis labios.

Era la niña de misóginos.

Prométeme que algún día adoptarás a la niña de mis ojos; quiero que sea tu hija única.

Solamente mi alma de niño está preparada para durar tanto.

Cuando sea grande, deseo serlo tanto como mis sueños de niño.

Los niños corrían semidesnudos. En aquél pueblo, los gamonales habían decidido sujetar sus pantaloncitos con cinturones de miseria.

La de los niños, poesía pura.

Confundido con toda su suerte de disparates, su niño interior también enloqueció. Maduró y se hizo un adulto triste, que dejó de soñar.

Confiaba en él. Cuando no se atrevía a algo, sabía que él lo haría en su nombre. Era su héroe de sueños y nubes: él, su niño interior.

Si los niños comenzaran a nacer con alas, la luna sería el lugar indicado para que futuras generaciones se enamoraran.

—Con tal de no dejarte salir nunca de mi mirada, hallaría el secreto de la eterna juventud.
—Por qué?
—Para que fueras mi niña, por siempre.