Las alturas caen, estrepitosamente,
en forma de gotas de lluvia.
Del suelo ellas levitan grácilmente
ignorando ser fantasmas.
Irritados por la inconveniente humedad
todos nos arremolinamos en las aceras
huyendo con desdén de su dulce tacto.
Pisamos los charcos, furiosos.
Y solo las aves citadinas reciben
con sus cantos y arrullos perezosos,
a ese bendito cementerio de vida.
Imagen: © Geetanjal Khanna.